Durante años evité pasar por un túnel subterráneo que atajaba mi camino de vuelta a casa. En mi cerebro, aquel pasillo bajo tierra era clavado al que salía en la película Irreversible (Gaspar Noé, 2002). A quién se le ocurriría adentrarse en un escenario como ese, calcado al que violaban a Monica Belluci durante nueve angustiantes minutos en plano fijo. Todas sabemos de qué terror hablo. Es uno de los que describió Desirée de Fez en Reina del Grito (Blackie Books, 2020) cuando contó que de niña evitaba un descampado si se le hacía oscuro al volver del colegio de monjas: "El miedo a ser asaltada y agredida sexualmente me invadió desde muy pequeña y nunca he sabido cómo dominarlo". La periodista Noemí López Trujillo escribió que hemos tenido una caperucita para cada generación y tenía razón. Las niñas de Alcásser, Anabel Segura, Rocío Wanninkhof, Marta del Castillo, Laura Luelmo. Las moralejas de su destino eran piedras de superstición en la mochila heredada en nuestro paso a la emancipación: no vuelvas sola de fiesta, no pises un parque sola de noche, al atardecer no se sale a correr. Todo siempre pintaba fatal si salíamos de la cálida prisión de la domesticidad. Ahora que habíamos empezado a entender que esas postales de túneles oscuros con violadores al acecho no eran tan habituales como nos hacía creer nuestro cerebro –en Madrid, en 2020, el 80% de las agresiones denunciadas se llevaron a cabo en entornos conocidos o familiares–, vivimos rodeados de los tormentos y moralejas de las nuevas caperucitas del true crime. Media década después de que el podcast Serial abriese el camino revolucionando el medio y crease un punto de inflexión al narrar en 12 capítulos el crimen de la adolescente Hae Min Lee en Baltimore en 1999, la invasión de contenido audio y vídeo que revive horribles crímenes y violencias, esencialmente contra mujeres, es una apabullante realidad. Crims, el adictivo programa que narra casos de criminales reales liderado por Carles Porta y que capitaliza mis charlas grupales de amigas en WhatsApp, es un auténtico fenómeno en Catalunya y se ha hecho con el Ondas al mejor programa de radio. El caso de la estadounidense Gabby Petito, una desaparición que fue narrada en TikTok e Instagram como si se tratase de un true crime a tiempo real ante el desconcierto de los propios medios de comunicación, acabó siéndolo, erigido en el enésimo ejemplo del síndrome de la mujer blanca desaparecida. Hasta en Solo Asesinatos en el edificio, la reconfortante serie de Disney Plus –que por cierto está parcialmente rodada en el edificio Apthorp, donde vivió Nora Ephron–, sus protagonistas están obsesionados con los podcasts y la semántica de espectacularización criminal en la narrativa del misterio del true crime. No son simples anécdotas, es la pura realidad. Un estudio de Parrot Analytics, que analiza tendencias globales de audiencias, afirma que, entre enero de 2018 y marzo de 2021, el volumen de documentales presente en las plataformas de streaming creció un 63% y el interés por ellos creció un 142%. Entre las más vistas de 2020 en Netflix se colaron Misterios sin resolver, Jeffrey Epstein: asquerosamente rico y Escena del crimen: desaparición en el hotel Cecil. "Desde que soy niña me obsesionan los asesinatos. Las noticias, los reportajes sobre asesinos en serie, lo devoro todo. Anoche mismo me tragué un documental sobre un crimen en Idaho Falls", me contó en entrevista la escritora y oráculo generacional Ottessa Mosfehgh al confirmar que sí, que había aplicado el esquema del género a su última novela, La muerte en sus manos (Alfaguara, 2021). "Esas narrativas me hacen pensar que si una mujer aparece asesinada en un bosque, instantáneamente imagino que es joven y la mató un hombre", añadió. Otra más rendida al imaginario del true crime. A la escritora Emma Berquist la apuñaló un desconocido mientras paseaba a su perro, pero su imaginación a la hora de escribir historias de horror nunca le llevará por los caminos en los que se ha apoyado Moshfegh. La también novelista ha publicado en Gawker un interesante ensayo sobre los efectos de esta nueva cultura criminal. En El 'true crime' nos está pudriendo el cerebro, Berquist recuerda que en EE UU es más probable que muera asesinado un hombre negro que una mujer blanca de mediana edad. También se hace eco del terror que invade a sus amigas al salir de casa o al negarse a planear viajes en solitario. Mujeres independientes que justifican ese pánico recordando casos particulares que han visto en programas de televisión. "Las anécdotas no son datos, y el hecho es que, estadísticamente, lo que me pasó es increíblemente raro", advierte la escritora, lamentando esta deriva de sensacionalismo que hace mella en los terrores femeninos: "Lo que solía contenerse en tabloides en los estantes de las cajas de los supermercados ahora está en todas partes: en nuestros televisores, en nuestros ordenadores, en nuestros oídos. 'Estás en peligro', dice el nuevo documental de Netflix. 'Esta mujer muerta pensó que estaba a salvo', te susurra la presentadora del podcast". En constante lucha con la hipervigilancia y estrés postraumático que sufre al salir de casa tras su agresión, Berquist asegura en el texto que "preferiría que me apuñalasen de nuevo antes que alguien hiciese un podcast sobre mí". Antes muerta que ser la nueva caperucita del true crime. Qué he consumido estas dos últimas semanas En la redacción de S Moda nos hemos obsesionado con: - Por qué las mujeres ven más true crime que los hombres, Beatriz Serrano lo analizó en este reportaje.
- No necesitamos a nadie para completarnos. Se lo cuenta Andie MacDowell a Ana Fernández Abad en esta entrevista de nuestra última portada: "No siento que me falte nada, lo único que me molesta es cuando proyectan en mí que algo está mal por eso. Durante mucho tiempo la gente solo me preguntaba con quién estaba saliendo. Y para mí mi vida es algo mucho más interesante que esa parte de mi vida. Si no hubiera estado casada y tenido hijos a lo mejor no me sentiría así, pero he tenido esa experiencia y hay muchas otras que deseo vivir".
- Este abrigo azul bebé que ha seleccionado Clara Ferrero para refugiarnos del frío.
- Las redacciones también se sostienen, y mucho, con el trabajo de los colaboradores. Por eso nuestra estupenda colaboradora, Irene Sierra, se ha hecho con el premio de Periodismo Manuel Alcántara por este reportaje sobre las mujeres que están renunciando a ser madres por la crisis climática. ¡Enhorabuena, Irene!
Si te han enviado esto y quieres recibir más ensayos y recomendaciones sobre cultura, feminismo e intimidad cada dos jueves, puedes apuntarte a esta newsletter aquí. También puedes escribirme con comentarios, apuntes o sugerencias a nramirez@smoda.es |
Post a Comment