¡Hola! ¡Saludos desde Dubái! Dice El Libro de Estilo de EL PAÍS -y yo estoy plenamente de acuerdo- que las peripecias o dificultades que un periodista sufra para hacer bien su trabajo no son noticia, salvo excepciones. Pero esto es un boletín semanal con un formato más flexible que el del periódico, de modo que voy a hacer una excepción. Por dos motivos: que ustedes puedan conocer desde más cerca a un personaje fascinante, Magnus Carlsen; y, de paso, que visiten con la imaginación algunos trocitos de la Expo Universal de Dubái, también fascinante. El campeón del mundo sabía muy bien que tenía que posar, junto a su retador, el ruso Ian Niepómniachi, para una foto a las 12.50 al aire libre con un centenar de niños de India, Mongolia, Israel, EAU, Turquía, República Checa, Hungría, EEUU, Perú y España, participantes en el Torneo Mundial Escolar Expo Dubái, que organiza España. A las 13.00, conferencia de prensa de ambos en una gran sala abarrotada de periodistas y cámaras. Y luego tres entrevistas individuales, con CNN, The Guardian y EL PAÍS. Pero había un problema que ustedes no podrían adivinar aunque les diera mucho tiempo para intentarlo. El genio noruego lleva a rajatabla la idea de que cualquier fracción de energía que malgaste en sus actividades matutinas puede hacerle mucha falta en la partida que juegue por la tarde. Por tanto, es rarísimo que se levante antes del mediodía. Y esa norma personal es tan estricta que la aplica incluso los días en que no juega, para no alterar sus biorritmos ni un ápice. Y a todo eso debe añadirse que suele llegar tarde a las citas programadas para las horas siguientes a su amanecer, porque todavía no está activado del todo. En consecuencia, Carlsen no salió de su hotel hasta las 12.40, a pesar de que la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) le había recomendado que lo hiciera a las 12.00, para prevenir problemas de tráfico. Y al poco rato, cuando ya estaba en camino, se dio cuenta de que había olvidado la acreditación en el hotel. Por la tarde, Judit Polgar, la mejor jugadora de la historia, elaboró una teoría interesante cuando se lo comenté: "Creo que el subconsciente de Magnus cometió ese olvido a propósito. Es imposible que fuera de manera consciente porque es su quinta final del Campeonato del Mundo, y él sabe perfectamente que la acreditación debe formar parte de tu vestimenta de cada día. Él se siente muy incómodo bajo la tremenda presión de una final, prefiere los torneos de varios jugadores, y por eso tiende a huir de sus obligaciones profesionales". Poco después, en la entrevista con EL PAÍS, Carlsen dio la razón a la teoría de Polgar, casi con sus mismas palabras. Habíamos dejado a Carlsen en el automóvil que le llevaba a la Expo. Mientras tanto, el personal del pabellón de España ya no sabía qué hacer con el centenar de adolescentes que esperaban ansiosos la foto con el campeón. Y el de la FIDE se afanaba en explicar a periodistas, patrocinadores y organizadores de la Expo que la conferencia de prensa tendría lugar, solo que algo más tarde. Entre todos decidieron que la foto solo fuera con Niepómniachi, quien sí fue puntual. Y mi tensión nerviosa se disparó porque la entrevista individual con EL PAÍS era la última de las tres, y si Carlsen estuviera ya harto de contestar preguntas para esa hora, corría serio peligro de cancelación. Decidí que mi mejor recurso era Henrik, el padre del campeón, con quien mantengo una relación cordial desde hace muchos años. El hombre, con una pierna rota recientemente, estaba sentado junto a sus muletas al final de la conferencia de prensa, a la que su hijo llegó con media hora de retraso. Le conté la enorme frustración del centenar de niños y mi temor a quedarme sin entrevista. Y él encontró la solución ideal: "Cuando acabe con la CNN y The Guardian, vamos al pabellón de España hacemos la foto y luego la entrevista, todo allá". Vi que me había tocado la lotería, porque además recordé que Judit tenía prevista una visita VIP al pabellón de España justo hacia esa hora. En cuanto pudo, Henrik le dijo algo en noruego a su hijo, y este aceptó sin dudar lo que le proponía. Entendí que ambos tenían un sentimiento de culpa, y eso se confirmó cuando saludé a Magnus, quien me dijo: "Lamento mucho lo que ha ocurrido al mediodía. Son cosas que pasan en el primer día de un Mundial". Como le noté ya cansado de responder a preguntas muy parecidas sobre los mismos temas durante dos horas, le prometí que nuestra entrevista sería diferente, sobre asuntos distintos, y me dio las gracias. Luego todo fue sobre ruedas. En efecto, Judit estaba en el pabellón cuando Magnus llegó, ambos posaron con el centenar de niños, fueron recibidos por la comisaria ejecutiva, Carmen Bueno, y firmaron en el Libro de Honor, tras quedar impresionados por el gran especio dedicado al ajedrez en el recinto (el lema de España es "Inteligencia para la vida"). Y la entrevista fue la más fácil y agradable de todas las que he hecho al actual campeón del mundo. Con ella hemos inaugurado hoy el nuevo portal específico en EL PAÍS, donde el ajedrez tendrá ahora aún más espacio y proyección que en los últimos años (como les conté el jueves pasado). Y, durante los próximos jueves, este boletín será un vehículo para que ustedes puedan recorrer la Expo conmigo y sepan lo que ocurre en los pasillos del Campeonato del Mundo, que siempre es un gran espectáculo. Más ajedrez en EL PAÍS (Si le han reenviado este boletín, puede suscribirse en este enlace). |
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